Manuel Alvar López (Benicarló 1923–Madrid 2001) estudió en las Universidades de Zaragoza y de Salamanca, sede de su licenciatura; obtuvo el Doctorado en la Complutense de Madrid. En 1945 volvió a la Universidad de Salamanca como Profesor Encargado de Literatura española; en 1948 consiguió la cátedra de Gramática Histórica en la Universidad de Granada, que ocupó hasta 1968, cuando se trasladó a Madrid para cubrir la de Lengua Española, primero en la Autónoma y desde 1971 en la Complutense. En 1966 creó en Málaga el Curso Superior de Filología Española del CSIC, que dirigió hasta 1977, promoviendo su prestigio internacional. Desarrolló una intensa actividad didáctica en Universidades y Centros culturales nacionales e internacionales, como conferenciante, director de tesis doctorales, profesor visitante. Después de la jubilación, la State University of New York at Albany le llamó como catedrático. De 1974 a 1999 fue Director de la Revista de Filología Española, de la cual había sido redactor desde 1948 y vice-Director desde 1969. En 1952 fundó la revista Archivo de Filología Aragonesa, que dirigió hasta 2001. De 1988 a 1991 fue Director de la Real Academia Española, de la que era miembro desde 1974; fue también miembro de la Academia de la Historia desde 1999. En el trienio 1990-1992 fue Consejero de Estado. Los múltiples encargos académicos y científicos, y los méritos adquiridos con su altísima profesionalidad y dedicación, le merecieron múltiples reconocimientos prestigiosos, condecoraciones, ciudadanías de honor dentro y fuera de España; ventiocho Universidades españolas y extranjeras le nombraron Doctor Honoris Causa.
Desde sus comienzos, y dentro de la tradición magistralmente fundada y cultivada por Menéndez Pidal y sus discípulos directos como Amado Alonso y Rafael Lapesa, las investigaciones de Manuel Alvar se dirigieron a la lengua española, con el paralelo interés hacia la literatura, ambas estudiadas en todas sus épocas, prevaleciendo la medieval. Su bibliografía alista más de ciento cincuenta volúmenes y de seis centenares de artículos.
Sus estudios sobre la lengua se centraron en la geografía lingüística y la dialectología, donde la labor de Alvar logró resultados de valor extraordinario inclusive en la vertiente metodológica, dando vida a un patrimonio inestimable de conocimientos y promoviendo en España y en Hispanoamérica escuelas y líneas de investigación de gran prestigio. La geografía lingüística le debe el modélico Atlas lingüístico-etnográfico de Andalucía, entre cuyos calaboradores descuella Antonio Llorente Maldonado de Guevara: el anuncio lo dio el Cuestionario en 1951 y el primer volumen vio la luz en 1961; se completó en los decenios sucesivos, mientras se iban fraguando y aparecían, elaborados o asesorados por Alvar, los Atlas de otras regiones de la Península. Y de fuera de ella: la capacidad de trabajo inagotable y la fascinante sabiduría de don Manuel fueron dando sus frutos también en varios países de habla española que realizaron sus Atlas, desde el sur de Estados Unidos hasta Patagonia; determinante fue su colaboración para el Atlas del Mediterráneo. La formidable experiencia atesorada en las investigaciones de campo fueron dando al dialectólogo Alvar pábulo precioso para la otra de sus pasiones de lingüista, la dialectología, ya manifestada en 1946 con El habla del Campo de Jaca, Premio Menéndez Pelayo de Investigación; El español hablado en Tenerife, de 1959, le mereció el Premio Antonio de Nebrija, y con Estructura del léxico andaluz, de 1960, obtuvo el Primer Premio Nacional de Investigación del CSIC. En el mismo año sus Textos hispánicos dialectales marcaban un hito en la historia de la asignatura, tanto para estudiantes como para investigadores. Era obvio que su patria chica le suscitara al aragonés Alvar una atención especial: en 1953 apareció El dialecto aragonés y entre 1973-1998 imprimió tres tomos de Estudios sobre el dialecto aragonés; en 1976 salió Aragón, literatura y ser histórico, Premio Nacional de Literatura, sección Ensayo. Con Estructuralismo, geografía lingüística y dialectolgía actual, de 1969 y reediciones en 1973 y 1983, Alvar ofreció un sumario de sus estudios y una guía indispensable en dos ámbitos de sus investigaciones sobre la lengua. Los más tratados pero no los únicos, ya que sus intervenciones y búsquedas en sociolingüística y lexicología no fueron de alcance menor: baste citar los dos volúmenes del Léxico de los marineros peninsulares de 1985. La historia de la lengua tampoco quedó excluida de sus intereses; recuérdese la Morfología histórica del español, en colaboración con Bernard Pottier (1983). Desde 1978 fue 'Investigador Principal' en el Proyecto «The Spanish Medieval Dictionary» de la Universidad de Wisconsin.
A la literatura Alvar se dedicó como editor, historiador, crítico e incluso como creador, según atestiguan sus doce libros de poesía. Son el espejo directo de las reacciones afectivas de su sensibilidad frente a sus ricas experiencias de vida, desde los viajes, la familia y las amistades hasta la contemplación de una obra de arte; al mismo tiempo, fueron su espacio de reflexión existencial entre certezas e insuprimibles dudas. Y allí están al trasluz los poetas de la modernidad más amados y estudiados: Unamuno, en primer lugar, y Delmira Agustini, y Machado, Guillén, Jiménez, Aleixandre, entre otros. Véanse sus Estudios y ensayos de literatura contemporánea (1971), seguidos por los Nuevos estudios y ensayos veinte años después; pero también De Galdós a M. A. Asturias (1976).
La formación básica de Alvar no podía dejar de atraerle hacia la literatura medieval, desde la épica al cancionero (edición paleográfica del Cancionero de Estúñiga, en 1981, con su esposa Elena), explorada a través de ensayos (Disputa del alma y el cuerpo, Poema de Yúçuf, Ausias March, Carvajales, rúbricas del Cancionero de Baena); de monografías (tal resulta la colección de artículos El romancero. Tradicionalidad y pervivencia, 1970, con una atención especial al patrimonio de cantos y a la cultura de los sefardíes de Marruecos, que le inspiraron libros específicos); y monografías exhaustivas y modélicas son sus amplias introducciones a ediciones monumentales: Libro de la infancia y muerte de Jesús, de 1965; Vida de Santa María Egipciaca, en dos volúmenes, de 1970-72, ya Primer Premio Nacional de Investigación del CSIC en 1964; Libro de Apolonio, en tres volúmenes, de 1976, todos comentados con gran riqueza de erudición y finura crítica; como sus magnas recopilaciones: Poemas hagiográficos de carácter juglaresco, Cantares de gesta medievales, Poesía española medieval, Antigua poesía española lírica y narrativa. Buena parte de su labor de medievalista está recogida en dos volúmenes de Miscelánea de estudios medievales (1990) y en el póstumo Voces y silencios de la literatura medieval (2003).
En la historia de la vertiente más estrictamente humanística de la ciencia española del siglo XX, Manuel Alvar ha sido una de las últimas magnas figuras de investigador y maestro todavía ajeno a la parcelización especialística del saber, ya sea en los contenidos ya sea en las épocas. Una peculiaridad que, en el ámbito específico de los estudios lingüísticos y literarios, ha visto la marcada primacía de España en el contexto europeo correspondiente.
Giuseppe Di Stefano
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